La Inteligencia Artificial (IA) puede ser definida, en primera instancia, como la capacidad de un sistema computacional de realizar cualquier tarea intelectual que un humano pueda hacer. La Inteligencia Artificial (IA) se presenta entonces como una intersección entre las ciencias de la computación, las ciencias cognitivas y la cibernética que investiga y desarrolla sistemas que replican o emulan ciertos comportamientos humanos. El origen del término se remonta a la Conferencia de Dartmouth (New Hampshire, EE.UU) realizada en 1956, donde un grupo de científicos, entre los que se encontraban John McCarthy, Marvin Minsky, Nathaniel Rochester y Claude Shannon. Estos especialistas postularon la existencia de un campo de investigaciones cuyo presupuesto es el siguiente: los aspectos del aprendizaje, el razonamiento y la inteligencia humana pueden ser descriptos y luego simulados por una máquina. Con el correr de los años, John McCarthy expresó que hubiera sido mejor emplear el concepto de Inteligencia Computacional porque hubiera sido más preciso, pero, aún a su pesar el término original perduró hasta la actualidad.
Desde sus inicios, a mediados del siglo XX, el desarrollo de la Inteligencia Artificial (IA) se ha dividido en dos corrientes de estudios con visiones contrapuestas. Por un lado la llamada cognitivista, basada en el estudio del procesamiento y la manipulación de símbolos y reglas lógico-matemáticas para la representación del conocimiento y razonamiento sobre él. Y por otro lado, la corriente denominada conexionista que utiliza redes neuronales artificiales para simular el funcionamiento del cerebro humano en la realización de tareas. Estas redes neuronales están compuestas por nodos interconectados (como la neurona artificial de McCulloch y Pitts) que procesan y transmiten información a través de conexiones ponderadas.
En la actualidad, la pretensión inaugural, de la década de 1960, que anhelaba imitar la performance humana para realizar tareas está siendo superada, por ende la definición de la disciplina se complejiza porque se amplían día a día los alcances de la misma. De unos años a esta parte, la Inteligencia Artificial (IA) ha desarrollado habilidades para crear, inventar y sobre todo operar sobre el mundo humano sin tener ya como referencia a un ser humano aislado, sino de millones de seres humanos.
De este modo, la definición de IA en la actualidad se complejiza respecto de sus orígenes. Por ejemplo, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) la ha definido como un sistema basado en máquinas que puede, para un conjunto determinado de objetivos definidos por el ser humano, hacer predicciones, recomendaciones o tomar decisiones que influyen en entornos reales o virtuales. Los sistemas de IA están diseñados para funcionar con diversos niveles de autonomía. Además, la IA son “máquinas que realizan funciones cognitivas similares a las de los humanos”.
Para dar cuenta del modo en que se realizan estas funciones cognitivas, es necesario abrir la definición de IA a sus áreas emergentes de mayor crecimiento: el aprendizaje maquínico [machine learning], el aprendizaje profundo, las redes neuronales y la IA generativa (ver otras entradas).